domingo, 26 de julio de 2009

FERNANDO LUGO, LA IZQUIERDA TEOCRÁTICA Y LOS REACCIONARIOS DE LA SIP

Es conocido que en la práctica, el National Endowment for Democracy es un banco que financia a los enemigos de los gobiernos norteamericanos, pero en Paraguay sus referentes apoyan al supuesto obispo izquierdista Fernando Lugo.

Todo el mundo sabe que el NED financia gran parte de la oposición a Chávez, y sin embargo el gobierno de Lugo se encuentra inficionado de referentes del NED en Paraguay. ¿Cómo un gobierno puede ser socialista del siglo XXI si el mismo organismo que financia a los enemigos de Chávez financia a la plana mayor del gabinete luguista?
Otro tanto sucede con USAID, que en Bolivia desestabiliza a Evo Morales y en Paraguay apuntala a Fernando Lugo.

El NED y USAID son conocidos por aceitar a la mayor parte de la prensa mediática paraguaya, que en estos días está de parabienes recibiendo a los reaccionarios y pitiyanquis jerarcas de la SIP. El mismo obispo Fernando Lugo actuará como maestro de ceremonias de estos personeros del aparato de propaganda imperio, de triste memoria en la caída de Jacobo Arbenz.

¿Alguien necesita todavía pruebas de que la propaganda que presentó a Lugo como referente de la izquierda es interesadamente falsa? Pues hagamos un poco de historia.
La creación de la SIP, nacida bajo los mejores augurios en Nueva York en 1950, fue una operación en que la inteligencia estadounidense pirateó descaradamente la organización panamericana legítima creada en La Habana en 1943.

La SIP fue una criatura creada por la CIA, y como tal desde el comienzo evidenció sus objetivos de utilizar a la prensa como herramienta de dominación neo colonial en beneficio del imperio y de las oligarquías latinoamericanas. Sus fundadores y dirigentes máximos, los que sentaron las bases de su funcionamiento y orientación ideológica marcadamente anticomunista, fueron los agentes de la CIA Jules Dubois y Joshua Powers, y el funcionario del Departamento de Estado, Tom Wallace.

Dubois, un Coronel de la inteligencia militar norteamericana que posteriormente devino en corresponsal del Chicago Tribune en Latinoamérica, y que llegó a ganarse diatribas del mismo Juan Domingo Perón, presidió la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP hasta su muerte. Fallecido el 16 de agosto de 1966, a la edad de 56 años en un hotel de Bogotá, los restos de Dubois hoy yacen en Arlington, junto a despojos de varios presidentes norteamericanos.

Aunque el mundo del periodismo casi lo haya olvidado hoy, el ilustre Dubois fue retratado por el pintor mexicano Diego Rivera en el mural Gloriosa Victoria. En dicha obra Rivera condena al golpe militar promovido en Guatemala por la CIA y la empresa bananera United Fruit en junio de 1954. En ella aparecen dibujados, además de Dubois, el presidente Dwight Eisenhower (caricaturizado con la forma de una bomba), el dictador guatemalteco Carlos Castillo Armas, el embajador norteamericano John Emil Peurifoy y el secretario de Estado John Foster Dulles, hermano mayor de Allen Welsh Dulles, ex presidente de la United Fruit y primer director civil de la CIA en 1953.
Fue precisamente John Foster Dulles, ex asesor legal de la compañía bananera y abogado de Prescott Bush –abuelo del presidente George W. Bush– quien calificó al derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz y la imposición de Castillo Armas como una gloriosa victoria. De ahí el título elegido por Diego Rivera para su mural. Aquel golpe llevó al arresto de más de 12 mil personas, disolvió gremios y sentó el más grave precedente para la subsiguiente guerra civil que causó estragos en Guatemala.

El edificio que alberga las instalaciones de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ubicado en el número 1801 South West de la Tercera Avenida de Miami, lleva el nombre de Dubois.
Hoy, podría decirse que la SIP se mantuvo a lo largo de su poco más de medio siglo de existencia, estrictamente fiel a la tradición de sus padres fundadores.

En el curso de los años, la asociación de magnates de la prensa comercial, que fundara Dubois distorsionó informaciones sobre las guerras de Indochina y África en beneficio del imperio, infiltró la UNESCO, para defender el control de la información por el sector privado; participó en la propaganda sucia contra el gobierno democrático de Salvador Allende; y se mantuvo bien callada durante el golpe contra el presidente Hugo Chávez. Mientras nunca se perdió una oportunidad de atacar a Cuba.
Ello explica la conducta complaciente mantenida durante decenios con las brutales tiranías latinoamericanas, aún ante los casos de asesinatos de periodistas, la clausura de medios y el establecimiento de períodos de censura, casi siempre aplicados contra publicaciones de izquierda.
En Cuba, por ejemplo, la misma SIP que mantuvo silencio cómplice en los años sangrientos de la dictadura de Fulgencio Batista. Otro tanto hicieron sus personeros en Paraguay, donde sus referentes principales no sólo callaron los abusos de Stroessner sino hasta defendieron al dictador en sus editoriales, del mismo modo que dedicaron loas y panegíricos a Videla y Pinochet.

De Reporteros sin Fronteras (RSF) se puede decir otro tanto, solo que esta constituye un engendro, quizás más elaborado que la SIP, de la CIA, la NED y la USAID, agencias federales norteamericanas dedicadas a financiar, con sumas millonarias, la confusión ideológica y la subversión contra gobiernos de arraigo popular. Robert Menard, con nada de periodista y mucho de millonario, por obra y gracia de sus patrocinadores imperialistas, es otro Jules Dubois, enfrascado en elaborar listas complacientes para hacer el trabajo sucio del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Lo corrobora con sus últimas falacias en las que intenta dar justificación al asesinato del camarógrafo español José Cousso, muerto a manos de un tanque norteamericano en el corazón del Bagdad ocupado.

Basta este solo ejemplo para comprender que la libertad para imponer la visión del mundo que responde a sus intereses, aún a costa de mentir, engañar o tergiversar es todo lo que defienden la SIP y RSF.
En los últimos años, la SIP ha uniformado todas sus intervenciones públicas utilizando los conceptos más agresivos de la retórica del Departamento de Estado norteamericano contra Cuba y Venezuela, en coordinación con otras organizaciones financiadas por Washington, tales como Reporteros Sin Fronteras.
La SIP ha sido definida como un núcleo duro de grandes fortunas latinoamericanas que pretenden representar a la libertad de prensa, aunque abunden en su nómina exponentes de intereses contrapuestos a los que proclama.
Un directivo de la SIP, Danilo Arvilla de Uruguay, prohibió en junio de 1973 la divulgación de todo tipo de información, como Ministro de Comunicación del presidente golpista Juan María Bordaberry. Arvilla ordenó el cierre de nada más y nada menos que 173 medios de comunicación. Otra joya de la SIP es el dueño del diario ABC color de la capital paraguaya, Aldo Zucolillo, antiguo financista del centro de detenciones y torturas de la dictadura de Stroessner y alabardero de Videla, hoy entusiasta impulsor de la candidatura del obispo Fernando Lugo a pesar de que este candidato anuncia medidas de mordaza contra la prensa si accede a la presidencia del Paraguay.

Hecho elocuente, en una de sus últimas reuniones en Miami, la SIP tuvo como invitada en su Gala de Premiación a la periodista Patricia Poleo, sospechosa de ser la autora intelectual del asesinato del Fiscal Danilo Anderson. Patricia Poleo, hija del magnate Rafael Poleo, es identificada en Miami como otra colaboradora de la CIA y se beneficia de la protección otorgada por la administración Bush a los terroristas.
Este fin de semana estarán reunidos en Asunción estos empresarios de la prensa, integrantes del cártel de la desinformación, árbitros del pensamiento políticamente correcto y dueños de lo que se puede pensar o decir en el continente.

Pero esta vez no se enfrentarán con el repudio que los repudió en Caracas, cuando buscaron incomodar al mismo Hugo Chávez. Más bien, tendrán el honor de contar como mozo de su cónclave al mismo obispo de los pobres y teólogo de la liberación, Fernando Lugo.

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