jueves, 18 de noviembre de 2010

FERNANDO LUGO Y SECUACES DEBEN ESCUCHAR AL PUEBLO


La historia española recuerda que en medio de sublevaciones e inestabilidad política, el almirante Aznar asumió el poder el 18 de febrero de 1931 y convocó inmediatamente a elecciones para el 12 de abril.

El triunfo en esos comicios de los republicanos en la mayoría de las capitales de provincia, a pesar de la ventaja obtenida por los monárquicos en los pueblos, dio un carácter de plebiscito a la consulta electoral y el rey Alfonso XIII, no deseando derramar sangre en defensa de los privilegios correspondientes a su linaje, abandonó territorio español.

Pocas horas antes se había proclamado la república en Barcelona por Luis Companys, seguida de la república catalana, por Francisco Maciá, y al atardecer del 14 de abril el comité revolucionario instalado en Madrid designó a Niceto Alcalá Zamora presidente provisional de la república.

A pesar de antecedentes históricos de este fuste para unas elecciones municipales, el gobierno paraguayo encabezado por el escandaloso cura Fernando Lugo, pretende ignorar su derrota catastrófica en las elecciones municipales del 7 de noviembre.

Sus voceros principales y adulones llegan al colmo de intentar exonerar a Lugo de la responsabilidad de la derrota, a pesar de haber oficiado públicamente como jefe de campaña de los principales derrotados.

Y aunque intentó adjudicarse el mérito de haber evitado el uso de bienes del estado por primera vez en unas elecciones paraguayas, la prensa denunció un fuerte faltante en la petrolera estatal en los días previos a la votación.

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